LA
ZARANDA
Teatro
Inestable de Andalucía La Baja
EL
GRITO EN EL CIELO
de
Eusebio Calonge
En este período, entre otros galardones, la Zaranda ha recibido el Premio Nacional de Teatro 2010 y el premio de Honor Sebastià Gasch 2013 del FAD de Barcelona.
Antes del estreno en noviembre en el Festival Temporada Alta de Salt-Girona, la compañía fue invitada a hacer una residencia artística en el marco de la Biennale di Teatro de Venecia, que dirige Àlex Rigola.
Intérpretes:
Celia Bermejo, Enrique Bustos, Gaspar Campuzano, Francisco Sánchez y
Iosune Onraita
Música:
Tannhaüser,
Richard Wagner (transcripción para piano de Franz Liszt). Mambos
de Pérez Prado. Adore te devote, Santo Tomás de Aquino.
Dirección
y espacio escénico: Paco de la Zaranda
Iluminación:
E. Calonge
Cartel
y fotografía: Víctor Iglesias
Modista:
Trini Cabrero
Coordinación
transportes: Eduardo Martínez
Distribució:
zarandacat@gmail.com
Producción:
La Zaranda. Teatro Inestable de Andalucía la Baja
Colaboración
en la producción: Festival Temporada Alta y Biennale di Venezia
El
grito en el cielo, de Eusebio Calonge
Prisioneros
de la herencia genética, los historiales médicos y el consumo
estadístico que administra su tiempo, estos cuerpos desahuciados
acabaron depositados en este almacén de órganos deteriorados sin
posible regeneración. Una confortable y aséptica antesala de la
muerte. Sin embargo de esas vidas reducidas a mecanismos orgánicos
no han podido abolir totalmente la contraindicación de soñar.
Algunos deciden escapar del acto final de su destino, intentando una
huida de la defunción médicamente certificada hacia la legendaria
fuente de la eterna juventud. Un viaje de regreso a la vida,
recuperando el dolor como dimensión humana y también el gozo de la
libertad perdida. Vivir en la intemperie del alma.
Han transcurrido
casi cuatro décadas desde que La Zaranda emprendiera su andadura
teatral, realizando una intensa labor creativa que le ha valido un
gran prestigio internacional. Su trayectoria tiene como constantes
teatrales: el compromiso existencial y el partir de sus raíces
tradicionales para revelar una simbología universal; como recursos
dramáticos: la búsqueda de una poética trascendente sin perder la
cotidianidad, el uso simbólico de los objetos, la expresividad
visual, la encarnación de textos en situaciones puramente teatrales
y la plasmación de personajes vivos; y como método de trabajo, un
riguroso proceso de creación en comunidad.
La Zaranda, como
cernidor que preserva lo esencial y desecha lo inservible, desarrolla
una poética teatral que lejos de fórmulas estereotipadas o
efímeras, se ha consolidado en un lenguaje propio, que siempre
intenta evocar a la memoria e invitar a la reflexión.
Son incontables
los festivales recorridos en más de treinta países en tres
continentes. Siendo premiados por la crítica en Madrid, Buenos Aires
o Nueva York, entre otras ciudades, obteniendo el Premio Nacional en
2010.
LA
ZARANDA
sunami
poético
Impactan,
turban, conmueven. Las creaciones de la Zaranda, Teatro Inestable de
Andalucía la Baja, son una enorme sacudida para los sentidos y para
el alma, una reverberación que permanece. Y es que sus personajes
“no viven un argumento, sino una pasión”, nos dice el dramaturgo
Eusebio Calonge. Pasión, compromiso y genuinidad definen a la
compañía. Con 38 años de trayectoria, la Zaranda sigue
desarrollando una intensa labor creativa que le ha merecido un gran
prestigio internacional.
Al
margen de modas efímeras y lejos de tácticas comerciales, siempre
contracorriente, la Zaranda se ha mantenido fiel a su manera de hacer
y de vivir el teatro. El resultado es un lenguaje contemporáneo muy
particular y extremadamente vivo, con textos depurados y efectivos,
una plástica tan sencilla como golpeadora y poética, y el uso
simbólico de los objetos, recogidos por todo el mundo, que tienen la
fuerza de un actor. Sus obras son fruto de la búsqueda constante, de
una introspección profunda y de un trabajo en común que da lugar a
la creación, una realidad que surge como si tuviera vida propia.
No
es teatro de masas, pero tampoco es difícil ni intelectual,
precisamente porque va directo al alma. Nos pone en contacto que
aquello que pueda quedar en nosotros de trascendencia, pero no de una
manera grandilocuente, sino más bien primordial.
La
muerte, la devastación que deja el paso del tiempo, la memoria...
son asuntos que por el hecho de ser tratados con fuertes dosis de
humor e ironía, no pierden en absoluto gravedad. Ésta es la gracia
de la Zaranda.
Tres
son las obras que la Zaranda estrena en Temporada Alta. Nadie
lo quiere creer, la patria de los espectros (2010)
quizá sea la pieza de su repertorio con un hilo argumental más
claro, aunque, como las demás, también tiene muchas capas por donde
adentrarse.
Allí,
la sirvienta y un sobrino dudoso se disputaban la carcomida herencia
de la moribunda señora, roída por la gangrena. La ruinosa mansión,
espacio de apariciones, putrefacta y expoliada como quienes la
habitan, se hunde por todas partes, “menos por una, la que da a la
memoria”, puntualizaba Calonge. En una atmósfera asfixiante,
espiral de degradación física y moral, los figurantes de aquel
sainete espectral hacían en vida los preparativos de las exequias.
Dentro de la representación, la representación se convertía en un
juego en el que los personajes eran cómplices, pero también
estrategia de hacer pasar por verdad lo que no lo es. Estaba presente
la taxidermia, el arte de mantener vivo lo que está muerto. Una
apariencia de vida, una realidad embalsamada donde disecar la
historia, un reino fantasmal donde los muertos son verosímilmente
vivos. Y, en definitiva, un sainete.
El
régimen del pienso (2012), sin dejar al margen los elementos
tragicómicos que caracterizan a la compañía, era un trabajo duro,
negro, descarnado, que abordaba sin tapujos la visión del mundo como
simulacro. Una obra dramatúrgicamente compleja que significaba un
paso más en la trayectoria poética y conceptual de la Zaranda.
Nos
presentaba a los trabajadores de una empresa porcina que entra en
crisis por una peste causada no se sabe si por falta o per exceso de
pienso. Esto desencadena el despido de personal, las luchas por el
puesto de trabajo, la desesperación y la desconfianza entre los
trabajadores. Un paralelismo en el que las vidas rutinarias del
cerdo y del hombre se cruzan, se confunden, sin otra esperanza que
una muerte indolora.
Como
una fábula, los cerdos también se erigen en personajes y hacen su
propia representación. Una reflexión sobre el arte mismo. Se quiere
hacer del drama del desvalido empleado despedido una obra inmortal,
dejando a un lado su tragedia personal. Los muertos son solo un
informe más para archivar. La deshumanización, en definitiva, la
banalización de la muerte. Un hombre ya no vale nada si no rinde.
El
grito en el cielo (2014) presenta a unos seres desvalidos, al
final de sus días, reducidos simplemente a cuerpos, a órganos, a
historiales médicos que, sin embargo, no se resignan a la defunción
pautada que les tienen asignada y buscan como sea una huída.
Personajes extraviados que no han perdido la esperanza, que intentan
escapar de una situación que les aprisiona y emprenden un viaje de
retorno a la libertad, a la vida.
Aquí
una vez más, con su humor crudo, con imágenes poderosas, con una
puesta en escena que con cuatro elementos transforma los espacios, la
Zaranda conmueve y golpea, vuelve a dar una lección de teatro
hablando de un mundo deshumanizado que aniquila cualquier tipo de
trascendencia.
El
germen de El grito en el cielo nació en agosto en la Bienal
de Venecia, donde la compañía fue invitada en residencia artística,
al final de la cual mostró un ensayo abierto al público. Desde
entonces, el proceso de creación ha seguido en su nave de Jerez,
donde la obra ha ido creciendo, cambiando, puliéndose para emprender
el camino que iniciará en el Teatre de Salt.
Maite
Guisado
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