Dossier

 
LA ZARANDA 
 
Teatro Inestable de Andalucía La Baja

EL GRITO EN EL CIELO

de Eusebio Calonge


Por tercera vez consecutiva, la Zaranda estrenó nueva obra en el Temporada Alta de Girona. Sus anteriores. Nadie lo quiere creer. La patria de los espectros (2010) y El régimen del pienso (2012) todavía siguen el recorrido que les ha llevado por los principales teatros de la península, a ciudades como Bogotá, Montevideo, París, Toulouse, Filadelfia, Berlín, México, han hecho temporada en el Teatro 25 de Mayo y en el Cervantes de Buenos Aires, en el Teatro Español y en el María Guerrero de Madrid, y han estado presentes en festivales como el Cena Brasil Internacional, el FIT de Cádiz, el Reclam de Castellón, la Muestra de Autores Contemporáneos de Alicante, el Festival de las Artes de Costa Rica, el Festival Internacional de Teatro de Caracas, la Muestra Internacional de Teatro de Vitoria, el Mercosur de Córdoba en Argentina o en la Bienal de Teatro de Venecia.
En este período, entre otros galardones, la Zaranda ha recibido el Premio Nacional de Teatro 2010 y el premio de Honor Sebastià Gasch 2013 del FAD de Barcelona.
Antes del estreno en noviembre en el Festival Temporada Alta de Salt-Girona, la compañía fue invitada a hacer una residencia artística en el marco de la Biennale di Teatro de Venecia, que dirige Àlex Rigola. 

Intérpretes: Celia Bermejo, Enrique Bustos, Gaspar Campuzano, Francisco Sánchez y Iosune Onraita
Música: Tannhaüser, Richard Wagner (transcripción para piano de Franz Liszt). Mambos de Pérez Prado. Adore te devote, Santo Tomás de Aquino.
Dirección y espacio escénico: Paco de la Zaranda
Iluminación: E. Calonge
Cartel y fotografía: Víctor Iglesias
Modista: Trini Cabrero
Coordinación transportes: Eduardo Martínez
Distribució: zarandacat@gmail.com
Producción: La Zaranda. Teatro Inestable de Andalucía la Baja
Colaboración en la producción: Festival Temporada Alta y Biennale di Venezia


El grito en el cielo, de Eusebio Calonge
Prisioneros de la herencia genética, los historiales médicos y el consumo estadístico que administra su tiempo, estos cuerpos desahuciados acabaron depositados en este almacén de órganos deteriorados sin posible regeneración. Una confortable y aséptica antesala de la muerte. Sin embargo de esas vidas reducidas a mecanismos orgánicos no han podido abolir totalmente la contraindicación de soñar. Algunos deciden escapar del acto final de su destino, intentando una huida de la defunción médicamente certificada hacia la legendaria fuente de la eterna juventud. Un viaje de regreso a la vida, recuperando el dolor como dimensión humana y también el gozo de la libertad perdida. Vivir en la intemperie del alma.


Han transcurrido casi cuatro décadas desde que La Zaranda emprendiera su andadura teatral, realizando una intensa labor creativa que le ha valido un gran prestigio internacional. Su trayectoria tiene como constantes teatrales: el compromiso existencial y el partir de sus raíces tradicionales para revelar una simbología universal; como recursos dramáticos: la búsqueda de una poética trascendente sin perder la cotidianidad, el uso simbólico de los objetos, la expresividad visual, la encarnación de textos en situaciones puramente teatrales y la plasmación de personajes vivos; y como método de trabajo, un riguroso proceso de creación en comunidad.
La Zaranda, como cernidor que preserva lo esencial y desecha lo inservible, desarrolla una poética teatral que lejos de fórmulas estereotipadas o efímeras, se ha consolidado en un lenguaje propio, que siempre intenta evocar a la memoria e invitar a la reflexión.
Son incontables los festivales recorridos en más de treinta países en tres continentes. Siendo premiados por la crítica en Madrid, Buenos Aires o Nueva York, entre otras ciudades, obteniendo el Premio Nacional en 2010.


 
LA ZARANDA
sunami poético

Impactan, turban, conmueven. Las creaciones de la Zaranda, Teatro Inestable de Andalucía la Baja, son una enorme sacudida para los sentidos y para el alma, una reverberación que permanece. Y es que sus personajes “no viven un argumento, sino una pasión”, nos dice el dramaturgo Eusebio Calonge. Pasión, compromiso y genuinidad definen a la compañía. Con 38 años de trayectoria, la Zaranda sigue desarrollando una intensa labor creativa que le ha merecido un gran prestigio internacional.

Al margen de modas efímeras y lejos de tácticas comerciales, siempre contracorriente, la Zaranda se ha mantenido fiel a su manera de hacer y de vivir el teatro. El resultado es un lenguaje contemporáneo muy particular y extremadamente vivo, con textos depurados y efectivos, una plástica tan sencilla como golpeadora y poética, y el uso simbólico de los objetos, recogidos por todo el mundo, que tienen la fuerza de un actor. Sus obras son fruto de la búsqueda constante, de una introspección profunda y de un trabajo en común que da lugar a la creación, una realidad que surge como si tuviera vida propia.
No es teatro de masas, pero tampoco es difícil ni intelectual, precisamente porque va directo al alma. Nos pone en contacto que aquello que pueda quedar en nosotros de trascendencia, pero no de una manera grandilocuente, sino más bien primordial.
La muerte, la devastación que deja el paso del tiempo, la memoria... son asuntos que por el hecho de ser tratados con fuertes dosis de humor e ironía, no pierden en absoluto gravedad. Ésta es la gracia de la Zaranda.

Tres son las obras que la Zaranda estrena en Temporada Alta. Nadie lo quiere creer, la patria de los espectros (2010) quizá sea la pieza de su repertorio con un hilo argumental más claro, aunque, como las demás, también tiene muchas capas por donde adentrarse.
Allí, la sirvienta y un sobrino dudoso se disputaban la carcomida herencia de la moribunda señora, roída por la gangrena. La ruinosa mansión, espacio de apariciones, putrefacta y expoliada como quienes la habitan, se hunde por todas partes, “menos por una, la que da a la memoria”, puntualizaba Calonge. En una atmósfera asfixiante, espiral de degradación física y moral, los figurantes de aquel sainete espectral hacían en vida los preparativos de las exequias. Dentro de la representación, la representación se convertía en un juego en el que los personajes eran cómplices, pero también estrategia de hacer pasar por verdad lo que no lo es. Estaba presente la taxidermia, el arte de mantener vivo lo que está muerto. Una apariencia de vida, una realidad embalsamada donde disecar la historia, un reino fantasmal donde los muertos son verosímilmente vivos. Y, en definitiva, un sainete.
El régimen del pienso (2012), sin dejar al margen los elementos tragicómicos que caracterizan a la compañía, era un trabajo duro, negro, descarnado, que abordaba sin tapujos la visión del mundo como simulacro. Una obra dramatúrgicamente compleja que significaba un paso más en la trayectoria poética y conceptual de la Zaranda.
Nos presentaba a los trabajadores de una empresa porcina que entra en crisis por una peste causada no se sabe si por falta o per exceso de pienso. Esto desencadena el despido de personal, las luchas por el puesto de trabajo, la desesperación y la desconfianza entre los trabajadores. Un paralelismo en el que las vidas rutinarias del cerdo y del hombre se cruzan, se confunden, sin otra esperanza que una muerte indolora.
Como una fábula, los cerdos también se erigen en personajes y hacen su propia representación. Una reflexión sobre el arte mismo. Se quiere hacer del drama del desvalido empleado despedido una obra inmortal, dejando a un lado su tragedia personal. Los muertos son solo un informe más para archivar. La deshumanización, en definitiva, la banalización de la muerte. Un hombre ya no vale nada si no rinde.
El grito en el cielo (2014) presenta a unos seres desvalidos, al final de sus días, reducidos simplemente a cuerpos, a órganos, a historiales médicos que, sin embargo, no se resignan a la defunción pautada que les tienen asignada y buscan como sea una huída. Personajes extraviados que no han perdido la esperanza, que intentan escapar de una situación que les aprisiona y emprenden un viaje de retorno a la libertad, a la vida.
Aquí una vez más, con su humor crudo, con imágenes poderosas, con una puesta en escena que con cuatro elementos transforma los espacios, la Zaranda conmueve y golpea, vuelve a dar una lección de teatro hablando de un mundo deshumanizado que aniquila cualquier tipo de trascendencia.
El germen de El grito en el cielo nació en agosto en la Bienal de Venecia, donde la compañía fue invitada en residencia artística, al final de la cual mostró un ensayo abierto al público. Desde entonces, el proceso de creación ha seguido en su nave de Jerez, donde la obra ha ido creciendo, cambiando, puliéndose para emprender el camino que iniciará en el Teatre de Salt.

Maite Guisado


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